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Ariadna Libros Jóvenes

martes, 16 de febrero de 2010

.:Existencia - Capítulo 4:.




~Narra Lucy~
Había pasado una semana desde el casi accidente y no había vuelto a ver al chico de blanco, y le echaba de menos. Volví a mirar por la venta por si por un casual él se encontraba allí, pero no. En la calle sólo había un hombre mayor paseando a su perro rechoncho.

-¿Te importaría ir a comprar un kilo de limones? -me preguntó mi madre asomando la cabeza por la puerta.
-No soy la chica de los recados ¿sabes?

Dije aquello mientras cogía mi chaqueta para ir al supermercado que estaba en la otra calle. Mi madre me sonrió sabedora de que siempre cedía a sus peticiones por muy descabelladas que fueran. El frío de la calle me azotó la cara y me subí la cremallera de la chaqueta.

De camino al supermercado me puse mi ipod para escuchar la música que me había pasado mi hermano y debo decir que era horrorosa. Cuando llegué allí, sólo había dos coches en el aparcamiento lo que quería decir que no había mucha gente. En este barrio la gente no iba a comprar sin su estupendo coche, excepto yo.

Me dirigí a la zona de la fruta pero antes hice una pequeña parada en la sección de dulces para comprobar la diferencia de hidratos de carbono de los cereales de mi hermano con los míos. Los dos habíamos hecho una apuesta, él decía que los míos engordaban más que los suyos. Sonreí al ver que yo había ganado los diez euros de la apuesta.

Pero el ruido que hizo una caja de galletas al caerse al suelo me sacó de mi entusiasmo por ser diez euros más rica. Pensé que había sido yo la culpable de su caída, pero no. Me arrodillé para ayudar a recoger el estropicio que había provocado un chico que llevaba una camiseta muy llamativa de un color rojizo.

Me hizo gracia pensar que los dos chicos con los que me había cruzado accidentalmente en los últimos días llevaban un color definido. Por suerte, éste no llevaba los pantalones del mismo color que su camiseta, sino negros.

-¿Te ríes por el jaleo que he liado? -me preguntó con una sonrisa en los labios que me dejó atontada.
-No...Es que...nada, no importa. -me arrepentí al querer contarle la tontería de haber conocido a un chico que vestía siempre de blanco. ¿Por qué se me habría ocurrido esa gilipollez? Nuestras manos se rozaron al recoger las galletas destrozadas en el suelo y pasó algo muy extraño. Él chico de rojo se levantó del suelo, me sonrió y se alejó de allí. Poco le faltó para irse corriendo.

Fruncí el ceño. ¿Habría sido por la temperatura de mi mano? Yo siempre tenía las manos frías, incluso en verano...estuviera a la temperatura que estuviera. Recogí las galletas del sueño que NO había tirado yo y me dirigí a la frutería a por los dichosos limones.

En el camino, me sobrecogí de manera considerable al recordar su rostro. Sus fuertes pómulos y su mandíbula prominente me había llamado la atención. Su pelo oscuro era tan rebelde como el de mi hermano, imposible de moldear...Mi corazón dio una voltereta al percatarme de todas las diferencias que había entre los dos chicos que acaba de conocer.

Saludé a la señora West que iba en su coche, con su perro paticorto asomando la cabeza por la ventanilla. Me cercioré por lo menos unas tres veces de que no venían ningún coche al pasar por el paso de peatones. Suspiré inconscientemente al ver el cubo de basura donde me había encontrado con el chico de blanco. Me pregunté como se llamaría...

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